Taller Literario - Quince Años de Soledad
Buenas noches, días o tardes según cuando leais esto. Este es un nuevo relato surgido en el taller del queos hablé en la entrada anterior. Esta vez teníamos que idear una historia a partir del cuadro Habitación de Hotel de Edward Hopper.
Aquí el cuadro
y aquí el relato:
* * *
Su rostro quedó ensombrecido por las inesperadas palabras que le entrego el chico de recepción. Antes de leer la carta pensó que sería un simple y sencillo mensaje por algo del esperado reencuentro. Lo habían planeado durante largos años, desde la distancia. Quizás fueran estúpidas esas ilusiones, pero aquella promesa hecha tan a la ligera en aquella noche crucial... Se le quedó anclada en el corazón.
Había dejado la nota encima de la
mesita, la leería tras colgar el bolso y desempacar su maleta. ¿O la leía ya?
No, mejor esperaba y dejaba reposar los nervios y las mariposas.
Se sentía como una universitaria.
Como aquella noche tantos años atrás...
No esperó más.
¡No podía esperar más!
Por muy poco rasgó el papel.
La misiva dictaba el temido momento que ella rara vez pensó, cuando la recordaba y su mente le decía que sería imposible que recordara aquella promesa. Había pasado toda una vida. La posibilidad de que ella no quisiera volver a su lado le había asaltado a la mente cada vez que alguna de esas relaciones que creía definitiva se volatilizaba.
Había llegado con gran agobio y nerviosismo apenas unas horas antes, y tan de pronto ese agobio y ese nerviosismo eran diferentes: había empequeñecido. Miró sus maletas vacías, lo había sacado todo demasiado pronto y rápido. No se había dado tiempo a descansar del viaje, a parar, había sacado sus cosas pensando que...
¡Dios santo! ¿Cómo podía atreverse en pensar en aquello?
¿Qué tras tanto tiempo se verían y... como si nada? ¿Cómo veinte-añeras que pasaban las semanas entre apuntes y cervezas y los fines se veían a escondidas? ¿Cómo si nada!
La ráfaga de rabia le hizo tiritar las mandíbulas. Luchaba contra sí misma por no ser tan infantil y ponerse a llorar por una tontería. Abrió ligeramente la boca en una mueca de dolor, se le escaparon las rabias y entraron todas esas miserias de su vida, una a una, de golpe en su garganta.
Era una dramática. Ella se lo solía decir. Aunque era más drama que queen. Y una tonta: Antes de llegar a los cuarenta le dio por pensar en aquella noche y en la promesa. Si no se hubiera centrado tanto en esa promesa y más en sí misma, no estaría en esa situación. Aun así, pasar tres años sin buscar ni encontrar pareja le habían sentado de cine. Tres años sólo para ella misma. Tres años de egoísmo.
Unos minutos más tarde se le pasaron las rabias, y se dio cuenta de que había algo mal. Le habían entregado la misma nota en la recepción y ella aún no le había comentado en qué hotel se alojaba. Recogió la nota tirada al suelo para releerla, quizás había pasado algo por alto, alguna broma, algún pequeño detalle...
Cerró la puerta con llave y llamó al ascensor, durante los seis pisos pensó en las posibilidades que aún podían flotar en el aire. Al abrirse las puertas fue directamente a recepción:
“Disculpe” el muchacho ladeó la cabeza a modo de confusión, entonces recordó que estaba en América no en España “¿Hu geiv yu de peipar?*” dijo con marcado acento español.
Y ocurrió lo menos esperado: el muchacho, reprimiendo una risa, la señaló. Miró a sus espaldas instintivamente, alguien al fondo parecía observarles. Achinó la vista, parecía ella. No reprimió lo que la reconcomía y soltó para sí “Qué hija de puta”
“Has tardado en darte cuenta” le dijo cuando se iba acercando a ella. Arrugó la nota y se lo tiró a modo de proyectil, estaba realmente enfadada. “Sonia...”
“Eres una hija de puta” se mantuvieron unos segundos en silencio “¿Cómo supiste que estaría aquí?”
“Porque esta hija de puta tenía intención de recogerte en el aeropuerto, pero pasaste de mí y yo seguí tu taxi”
“¿Estabas...? Creí que... me aseguraste que no podrías venir, que estabas ocupada en el set”
“Se llama sorpresa” trató de excusarse
“¿Y por qué no me dijiste nada si
te diste cuenta de que no te reconocí?” No supo qué responderle entonces, Sonia
apreció una pequeñísima gota en su lacrimal. “Esther... pero mujer, ey” Se sento en la butaca del sofá
“No sé... yo... No sé por qué no te dije nada. Supongo que fue una mezcla de todo, perdona.”
“Ay, no pasa nada. Yo estoy igual. ¡Estoy de los nervios!”
Rieron por no llorar,
Esther se llevó las manos a los ojos para trata de evitar un diluvio.
“En el trabajo me van a encañonar
con mil preguntas como vuelva así” rio nuevamente.
“No vuelvas hoy” Sonia ya jugueteaba con
sus manos, como noches atrás.
“Vente conmigo”
“¿Qué? No creo que admitan a extraños en el rodaje”
“Les explicaré que es una promesa de cuarentonas.” Se mantuvieron unos segundos silencios, mirándose profundamente a los ojos hasta que Esther habló “¿También... has estado sola estos quince años?”
“A rachas. Con quien más duré, seis años.”
“Con...” Sonia asintió al nombre en el que pensaba su amiga “Sé que ahora está con Julio”
“Siempre estuvo con Julio” Con un choque de caderas hizo sitio en el sofá, ahora estaban tan cerca como en aquella ocasión “Los últimos años con él fueron muy solitarios. Realmente siempre me he sentido muy sola.”
“Quince años de soledad... suena a drama romántico”
“Te prohíbo que escribas algo sobre nosotras” Esther esquivó su mirada y trató de evitar una sonrisa socarrona “No te creo”
“Es a lo que me dedico”
“Yo te mato. ¿Quién hace de mí?”
“No... no es sobre nosotras, ni sobre nuestras anécdotas... no literalmente. Va sobre los 15 años de soledad”
Tras unos segundos en silencio, mirándose y esquivando miradas llamaron a Esther. Tenía un acento envidiable. A ojos de Sonia, los quince años le habían sentado bien.
“Deja de mirarme como a un caramelo y vámonos” Una risa nerviosa escapó de Sonia, Esther le tendió su mano “Quiero que me ayudes a reescribir el final”
* Who gave you the paper?
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