Relato Corto nº1. El Regreso

Os informo sobre un relato corto, basado en Mundo Conocido, un mundo inventado por Miguel S. Juaneda donde transcurren los relato de su pentalogía, el Heredero de los Seis Reinos. Su primer libro, La Llamada de los Nurkan, ya está a la venta.

La historia se me ocurrió en apenas tres horas cuando Miguel me comentó su idea de compartir relatos de otras personas en su blog,En media hora ya lo tenía aunque tardé un poco más en finiquitarlo

Relato de la web, (¡leedlo antes!)
 


 

Aquí el texto original.:


Mi vista, acostumbrada a ver mar y mar, tras la huida junto a mi hijo de aquellos extraños parajes que encontré al dejar Mundo Conocido atrás, atisbó tierra por fin.
La alegría y la esperanza que había desterrado al aventurarme a ir más allá de nuestro mundo, volvió sacudiéndome como un terremoto sacude las más altas montañas
Alcé a mi hijo hacia el cielo para que viera la tierra que me vio nacer. Allá a lo lejos nos acogía un conjunto de islas, creí haber llegado ya a mi amada tierra, pero no era así, me acercaba a Zirwania.

— Bueno, — dije para mis adentros — por un rodeo no pasa nada.

Me aseguré de no adentrarnos demasiado en esas islas: por allí podrían estar algunas de las parientes de la madre de Nataȵæl, mi hijo.Su madre fue una hermosa sirena quien me conquistó con sus cantos hace largo tiempo, nunca supe pronunciar su verdadero nombre pues resulta imposible pronunciarlo para un terrestre. Llevábamos días navegando hacia Mundo Conocido, escapando de Reino Sumergido, donde mi cabeza tenía precio.
Rodeamos las islas hasta llegar a la vertiente del río Darbinela, donde arribamos la maltrecha embarcación. Al tocar mi pequeño Nataȵæl la caliente tierra cambio su cola de tritón por unas pequeñas y rechonchas piernas humanas. Nos mantuvimos unas horas por la ribera hasta que pudiera dar sus primeros pasos, al lograrlo caminamos sin prisa hacia adentrarnos en las fértiles tierras de Myrthya.

A pesar de los sesenta años recordaba perfectamente el sendero hacia casa. Antes de llamar y presentarme como el aventurero que vuelve, en vez de con grandes tesoros y conquistas con un hijo y las mismas ropas con la que se fue de casa, paré a hacerme a la idea de que había pasado demasiado tiempo: padre y madre ya habían muerto, y mis hermanos y hermanas estarían adornados por el paso de las canas.
Cogí a mi pequeño en brazos protegiéndole de las miradas de los demás, sus tono de ojos no eran típicos en la tierra, ni tampoco sus pequeñas y finas branquias a ambos lados de su cuello, poco a poco se adaptaba a la tierra.Tímidamente llamé a la ajada puerta, unos pausados pasos al otro lado se acercaron al lugar y la abrió a trompicones; para nuestra edad aquella puerta resultaba pesada.

    ¿Quién es? — dijo mi hermano mayor con una cansada voz y achinando los ojos.
    Soy tu hermano, el aventurero — respondí con una gran sonrisa al notarle intacto y claramente anciano. Me miró como quien mira a un extraño.
    ¡Tú no eres mi hermano! ¡Largo de aquí, chalado! — me empujó hacia fuera enérgicamente, Nataȵæl comenzó a llorar fuertemente cuando cerró de un portazo.
    ¡Nariz de druzgo! — grité hacia la puerta cerrada. Quizás así me recordara, de jóvenes nos llamabamos así al discutir. Trató de abrir la puerta por sus medios, del portazo esta se había atascado. A los cinco minutos asomó su nariz de druzgo por el resquicio y un palo de escoba que había usado para ayudarse a abrirla.
    ¿Ferlanday? ¿Eres tú? — asentí. Abrió la puerta dejándome pasar adentro, aun miraba extrañado. Tocó mi cara, segundos después me tendió un espejo y tomó a mi hijo entre sus brazos. Me asusté al verme: me mantenía perfectamente joven— ¿Es hijo tuyo?
    Si, es Nataȵæl.
    ¿Y la madre? — dijo a la vez que se sentaba a la mesa tras dejar al pequeño en una cesta en la que improvisó un nido. Me ofreció un buen plato de un guiso que aún humeaba.
    Murió, era una sirena bellísima.
    Todas las sirenas son hermosas — me sonrió echándome algo de beber.
    Esta es la más bella de todas las sirenas que puedas ver.
    ¿Qué acaeció? — preguntó curioso.
    Fue una muerte... extraña. Creo que la mataron por tener descendencia con un terrestre.
    Comes como un condenado — rió potentemente. Tenía razón estaba comiendo agachado, como si protegiera el plato. Me sirvió un poco más de ese sabroso guiso al acabarlo — ¿Has visto sólo sirenas?
    Claro que no. Al principio vagué por el mar que rodea a Mundo Conocido, hasta que vi una isla…


                                          

Mi mente estalló en una multitud de recuerdos, ¿Por donde empezar?
La aventura comienza cuando quise saber que había al otro lado del arco iris que por momentos se asomaba tras las lluvias. Me recuerdo a mis veintidós años adquiriendo varios sacos con provisiones variadas, acompañado de mi daga. Fue en la madrugada, al principio estuve días perdido hasta que pude distinguir una isla rodeada de una capa de humo a la que me acerqué.

La isla estaba vacía y su tierra, negra; no había más vegetación que la de un bosquecillo muerto cubierto de ceniza que servía más de muralla que de hábitat…
olía excesivamente a azufre y a muerto.
 
Rodeé la orilla aguantando la respiración y me fui adentrando para comprobar al fin que no había nadie en ella con vida. Fueron apareciendo los primeros cadáveres, algunos amontonados, quizás de tripulaciones que habían salido de sus cómodas ciudades a descubrir que había más allá.
En el corazón de la isla crecía un volcán, su lava dura adornaba las montañas colindantes. Sentí escalofríos al ver intacta una casa, diriguí mi mirada de nuevo hacia el volcán: Allí debía de vivir un poderoso mago. Inmediatamente volví mis pasos atrás para volver a la barca, pero el mago me encontró antes: Era un anciano con una larga barba ceniza, de carbónica y esquelética piel.

Amigablemente me invitó a entrar en su casa, a la que accedí con gran tensión. Su apariencia era anciano pero claramente su espíritu era fuerte. Sentados a la mesa, me ofreció comida y me explicó que hacia mucho tiempo que no veía a un ser vivo en su hogar, también me explicó que su destino estaba ligado al del volcán.
 
Me paré a observar la situación, se había detenido en su disertación miraba ansioso mis gestos, y la bebida. Esta era de color azabache con tonos ocres y anaranjados, desprendía poco olor. Entonces pensé que si, su destino estaba ligado al del volcán… el volcán lo estaba a él. Derrame sin querer queriendo la bebida en sus ropas, la zona derramada ardió enseguida y él junto con el volcán se estremecieron. El anciano me miró fijamente, nublando sus ojos cenizas hasta ennegrecerse.

    ¿Quieres ser libre? Podría...— me aventuré a preguntarle. Su mirada se tranquilizó hasta volverse gris, en cambio su cuerpo se echó sobre mi, le esquivé y atrapé rápidamente por la espalda, le tumbe contra la mesa e intenté tranquilizarle.

En un momento de lucidez me explicó su reacción: estaba encadenado a la isla, tal y como dijo. Algunos habían intentado ayudarle y habían sido calcinados, la esencia del volcan se adueñaba de ellos.
 
Me relató sus recuerdos:
Anteriormente esa isla fue fértil: en ella habían habitado diferentes especies tanto terrestres como marinos, algunas endémicas. Desaparecieron poco antes de proclamarse la segunda era, cuando aquellas bestias arribaron a la isla.
Él, protector de la la isla, convocó al volcán para que le ayudase contra las bestias, quienes huyeron  hacia los Reinos. Tras la batalla el mago pretendió dormir al volcán pero se opuso y se vinculó a él. Desde entonces, el alma del mago y la esencia del volcán vivían en comunión pacificamente; excepto cuando algún extranjero venía, esas veces el volcán se apoderaba del cuerpo y calcinaba todo a su paso.

La cara amable del mago desaparecía por momentos dejándome ver la faz del volcán. Intenté hacerle ver que no era una bestia ni tenía malas intenciones; resultó imposible, no deseaba quedarme anclado en esa isla de por vida hasta que otro se aventurase a salir de Mundo Conocido y me matase.
No es que yo sea muy inteligente pero el intelectual que llevó dentro me dio la respuesta: el espíritu estaba encadenado al volcán, y viceversa. Era obvio. Tenía la respuesta a la pregunta, pero no una solución concreta, así pues me arriesgué a llevarle hacia el volcán, donde le empujé.
No me quedé a esperar a ver qué ocurría, volé como una flecha hacia la barca todo lo rápido que me lo permitían mis piernas, me tiré a la barca tal y como si me fuera a echar a volar, debía salir de allí antes de que recibiera respuesta del volcán. Por un poco menos estaría calcinado en aquella isla.

Marché con dudas en si volver a Myrthya, pero arriesgué. Quería más, quería nuevos desafíos y aventuras, así continué el camino fijando la vista en el sendero que trazaba el destino para mi.
Aquel día perdí una isla privada y gané un moratón que poco después seria curado por un chamán de una isla habitada por extraños y grandes seres llamados Landertales.
 
Mi hermano, embelesado, sostenía su arrugado rostro entre sus manos…Aquel viejo recuerdo sólo fue el principio de la gran aventura en la que se ha convertido mi vida.

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